Email en La Habana
Al final de la cola, caminé hacia la única computadora que se nos permitía usar para revisar nuestros emails. El salón era pequeño, improvisado para acomodarnos. El sol que entraba por la ventana bañaba mi cabello, mi espalda. Había gente esperando, debía leer y escribir rápido.
Ese día sí me escribiste. Soñaba contigo. No esperaba que me escribieras. Me quedé inmóvil, como en trance, un poco preocupada por el tiempo, pero con una sensación de flotabilidad como si la silla ya no estuviese allí, como si el resto de la gente de la cola hubiese desaparecido. Era una nota pequeña, un saludo tímido con líneas reveladoras. Lo leí varias veces, intenté aprendérmelo de memoria para llevármelo a la cama. De pronto, volví a la realidad, aparecieron los de la cola, me di cuenta que no quería que nadie leyera tu email. Lo cerré. No te respondí ese día. “Me extraña”, pensé. Ese email transformó mi día y el resto de esos días en La Habana.
2 Comments
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brilliant!
Gracias 😉