Poema de Leonardo Quevedo
el crujir de la silla
dureza del suelo
nuestras cervezas
errando el portavasos
fibras que esquivan
las puntas de los dardos
abrazando el metal
que las hace sólidas
golpes a tu puerta
nuestro abrazo
libros que buscan su lugar
en los estantes
y tus manos sobre el piano
los castillos de Elena
el borboteo de una salsa
siendo amansado
servilletas
el listón que cede
al último aliento
y una cabaña tallada
en la frontera con Austria
con sus muebles
de huecos corazones
un tronco con vista a la ciudad
su corteza arañando las piernas
bajo el primer beso
y la sombra de un pino
en una colina
que fue nuestro hogar
son la madera
de nuestro árbol
que crece
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